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INTRODUCCIÓN A LA METAPOLÍTICA EN COLOMBIA

  • Foto del escritor: VGD
    VGD
  • 8 ago 2019
  • 5 Min. de lectura

Al primer contacto, el término metapolítica podría agitar en el lector sentimientos de extrañamiento y curiosidad, tal vez algo de perplejidad y de sutil desconfianza ante una palabra que adolece de ciudadanía en las esferas de la discusión pública, la jerga popular y del debate académico de moda. Algunos –tal vez lo más- duden de la legitimidad del término e inmediatamente sea tachado de neologismo marginal, producto de la actitud aglutinante y sincrética de los tiempos multiculturales que transcurren. Otros, podrían ver en la expresión casi rimbombante de la palabra alguna nueva ciencia, al tiempo profana al tiempo prometeica, que vislumbra la expansión de las fronteras de la ciencia experimental al pensamiento político y el comportamiento social. No se puede culpar a las sensibilidades desprevenidas puesto que en la época de la información masiva el caudal de los significados progresivamente se reduce a la función censurante, la banalidad, el pragmatismo utilitario, el discurso programado y la agitación polémica. Las herramientas conceptuales que permitan la interpretación del mundo con facultades múltiples carecen hoy de profundidad, y de profundidad precisamente trata la palabra en cuestión.

Este concepto que tal vez poco o nada pueda decir a los congéneres de nuestras latitudes tropicales, acostumbrados a remitir la política a la violencia, la corrupción y el oportunismo, tiene en realidad una larga tradición histórica al tiempo que una vigencia extraordinariamente latente, por no decir que su existencia es de imperiosa necesidad. Para no caer en el relato cronológico, nos permitiremos decir que tal término nacido en el pensamiento cisterciense español del siglo XVII reaparece siempre en las épocas de gran convulsión social, las grandes transformaciones históricas son su catalizador. En efecto hablamos del cambio político, pero más importante aún, de las causas profundas de la transformación. La metapolítica comparte con la política una relación de causa y efecto en tanto que aquella nos remite a las ideas que subyacen a la acción política. No hablamos aquí de la simple ciencia política, de sus conceptos operantes, la administración pública o de las estrategias del marketing político. Hablamos de la idea profunda, del axioma, el mitema y la cosmovisión. Sobre metapolítica consideramos que la definición más precisa ha sido elaborada por el pensamiento iberoamericano en la obra del pensador argentino Alberto Buela quien la define como: <<el ámbito de reflexión que se ocupa de especular sobre las grandes categorías que condicionan la acción política>>. Especular y por lo tanto “desmitificar” y “desenmascarar” los significados profundos que subyacen a las dinámicas políticas y a sus transformaciones de “larga duración”. Por su parte Alain de Benoist nos habla de las <<ideas que juegan un papel fundamental en las consciencias colectivas>> y <<cierto número de convicciones, creencias y representaciones que le confiere sentido y orientación a la voluntad y la acción histórica de los hombres>>. En resumen, hablar de metapolítica es reflexionar sobre las ideas que han construido los pueblos y las épocas sobre el mundo, el hombre y la historia. Nociones que se trasmiten en el lenguaje, la cultura y por lo tanto devienen en lo político como acción de confrontación que se dibujan en la fenomenología de lo público y de sus ilusiones operantes. En tiempos de globalización, de vertiginoso cambio cultural, de abolición progresiva de las fronteras ideológicas, de innovaciones tecnológicas sin precedentes y de transformación misma de la condición antropológica, se hace necesario un pensamiento incisivo y crítico que se convierta en “la mala conciencia de la época” según el pensamiento Nietzscheano, y descubra por ende una nueva dimensión para el hombre. Hablar de metapolítica es hablar de pensamiento y cultura, por lo tanto la lucha política es por esencia lucha cultural, más aun, lucha entre visiones del mundo confrontadas.

La lucha política que acá inauguramos no refiere al simple cambio de estrategias políticas, una “nueva” consideración sobre las políticas públicas, a una simple reforma educativa o a una propuesta alternativa de recaudo fiscal. De lo que aquí se trata es de repensar la política, la economía, las instituciones, la cultura y la educación en sí mismas. Ir “más allá de la política”, aun cuando la estructura etimológica no logre capturar por completo la vasta extensión que alude el término. Es ubicar las raíces mismas de las ideas que se presentan como incuestionables, como condición de la transformación real. La metapolítica posee un método por cuanto sus exámenes son históricos y estructurales, no se queda en la apariencia epidérmica de los hechos políticos en boga, sino que los ubica en un gran espacio epocal o civilizatorio que los explica de manera global en la historia de las ideas políticas. Todo nuevo proyecto metapolítico debe fundarse sobre la base de una concepción antropológica e histórica de la cual la economía, la política, la ciencia, la cultura, la ética, el arte, la educación y la milicia no sean más que formas derivadas y contingentes adaptadas a las circunstancias del momento. Una doctrina tal de plasticidad garantiza la conservación pura de sus principios a través del tiempo, condición necesaria para cualquier acción política histórica y por lo tanto verdadera gran política. En efecto, un gran movimiento político de proporciones históricas es proyección prolongada en el tiempo en la medida en que se arraigue en el sustrato más profundo de la esencialidad humana –lo universal- a la vez que en las raíces primordiales de nuestro devenir identitario, fenómeno particular y diferencial dentro de ese todo conocido como la evolución del hombre.

Aplicar el análisis metapolítico al contexto colombiano implica inmediatamente pensar en nuestros orígenes y las condiciones históricas que han dado lugar a nuestro devenir. ¿Cuáles son nuestras raíces? ¿Qué origen debemos escoger para construir un nuevo relato identitario? ¿Acaso somos los hijos de Bachué? ¿De Jiménez de Quesada o de los negros esclavos del África subsahariana? Una cuestión sintetizada en la dicotomía indigenismo/hispanismo y agudizada por la usual critica metapolítica a la modernidad, y la confrontación entre cristianismo y paganismo, entre igualitarismo y diferencialismo. Como retornar a un pensamiento “pre-moderno desde la posmodernidad” según la tesis de Alain de Benoist, si con la creación de Latinoamérica se funda la modernidad. Colombia no solo es un producto moderno sino también creación del pensamiento iluminista tan vilipendiado por la crítica antiliberal de todo rubro. Se hace necesario por lo tanto crear un nuevo discurso metapolítico adaptado a las condiciones latinoamericanas y colombianas, empresa por la cual ya se precisan dos puntos nucleares: 1) la superación de la dicotomía indigenismo/hispanismo bajo la idea de la colombianidad como síntesis existencial, concibiendo a Latinoamérica como un nuevo paradigma civilizatorio; 2) superar el proyecto liberal republicano repensando nuestro origen como nación y proyectándonos hacia una segunda república bajo nuevos y alternativos presupuestos teórico-políticos. Una tarea para nada sencilla y que desde ya nos plantea diversos problemas sobre el carácter de tal sincretismo, la necesidad de una nueva verticalidad social, sobre la visión del mundo que debemos privilegiar ¿Qué tanto debe ser recuperación y que tanto debe ser nueva creación?

La presente revista tiene por misión elaborar un nuevo pensamiento/acción política nacional como regional más allá de las obsoletas divisiones entre izquierdas y derechas y las categorías de la política tradicional. En la elaboración de tal empresa el lector se topara con conceptos como sofocracia, identitarismo, nacionalismo integral, democracia orgánica, reversibilidad de la historia, revolución conservadora, crisolismo, totalitarismo liberal, estado ético, neocorporativismo, cuarta teoría política, palingenesia, tridimensionalidad axiológica, transversalidad política, guerra cultural, Dasein, soberanismo, arqueofuturismo, esfericidad del tiempo, aristocracia del espíritu; en fin, un lenguaje que parecerá extraño en tanto que surge en un ambiente histórico antinómico a su logos -su razón de ser-, pero que es la esencia misma de una ruptura con la época que transcurre en tanto que búsqueda de una nueva cultura, nuevos principios civilizatorios que provean al hombre del vigor necesario para seguir haciendo historia. La presente publicación, que ya tiene el apoyo de movimientos afines en la región, busca a través del método científico, pero a la vez de la más apasionada sensibilidad política, una transformación definitiva en la forma de hacer política nacional y por lo tanto el replanteamiento mismo de la nación colombiana en la globalidad de sus conflictos, dilemas, virtudes y -¿Por qué no?- porvenires.

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Centro de estudios políticos destinados a fomentar la construcción del Estado-nación mediante
un riguroso estudio científico, político y social.

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