Metapolítica Colombiana: Un llamado a la transversalidad crítica
- VGD
- 18 jul 2019
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Por: Fernando Rodríguez
Los grandes hechos políticos que actualmente se desarrollan en el continente nos confirman una vez más que el viejo esquema axial “derecha-izquierda” ha volado por los aires. Con el derrumbe total del foro de sao paulo que ya se vislumbra –afortunadamente- en el horizonte, y la reacción conservadora que empieza a ocupar de nuevo la hegemonía de la escena política americana en particular y la global en general, llega el momento de hacernos las más hondas reflexiones. ¿Acaso el ascenso del “socialismo del siglo XXI” no fue la reacción de amplios sectores marginales de la sociedad hastiados de un sistema que beneficia a los más poderosos y excluye progresivamente a verdaderos ejércitos de miserables de sus derechos más básicos? Pero también ¿la reacción conservadora que actualmente acaece no es la respuesta, –de nuevo- de amplios sectores de la sociedad reducidos al autoritarismo de un modelo socialista que se revela por enésima vez nefasto para garantizar un mínimo de bienestar y dignidad humana? Con lo cual vemos que el común denominador, el sujeto de la vejación política, es el pueblo, y por lo tanto es él quien debe llegar por la fuerza a la necesaria conclusión: la oposición izquierda-derecha es un ciclo sin salida, un eterno vaivén dominado por la opresión de turno.
El pueblo colombiano es la expresión viviente de la dicotomía nefasta, primero en la forma del bipartidismo y luego en la oposición capitalismo-socialismo. El resultado lógico: un país profundamente dividido bajo la nueva narrativa del uribismo-petrismo. Los signos del cansancio ya empiezan a tomar formas incipientes, esto lo demuestra una gran favorabilidad popular –muy a nuestro pesar- por la propuesta centrista de Sergio Fajardo en los pasados comicios electorales. Y decimos a nuestro pesar pues el epígono del centrismo reveló la infertilidad del centro “ninista” expresado en su carácter de pequeño político, pues el centro no es más que el refugio común de los policastros que esperan climas más oportunos para trasladarse a la izquierda o la derecha política según sea los réditos del momento. El centro solo es un equilibrium, un concilio que aboga por el estatus quo, en lo menos, una verdadera franja tibia para operarios de la administración pública. Algunos otros más osados se han decantado por las “terceras posiciones”, una opción a nuestra opinión mucho más fecunda en oportunidades pero fagocitada por la anacrónica y también anatópica apologética nostálgica del fascismo y el nacionalsocialismo. Los otros, mejor haríamos en decir los más, se mantienen en la apatía y la apoliticidad en que nos ha sumergido la sociedad de mercado neo capitalista que ya no aspira a destinos de grandeza política sino al pequeño placer de la mercancía y la socialidad del supermercado.
Se nos podrá replicar que la oposición facciosa es algo consustancial a la política y que es natural el conflicto como condición de la democracia. Es cierto, pero la cuestión radica en identificar si la vieja doctrina Schmittiana amigo-enemigo aún se realiza bajo el marco de la dicotomía izquierda-derecha=comunismo-capitalismo. Con la caída del fascismo en el 45 y el socialismo soviético en el 91, el liberalismo se erigió como la única vía al bienestar humano, el “mejor” sistema político-económico y declaró el fin de las ideologías y la historia. Y es en este marco y solo en él, que la subsistencia de la mencionada oposición continua, a decir una derecha y una izquierda liberales por igual. Esta dinámica pauta hegemonía pues las “ideologías caídas” son más bien rezagos apostrofados de “ultras” (ultra izquierdista comunista, ultraderechista fascista). Este nuevo esquema axial es en esencia superficial dado que su “diferencia” es más bien de grado y método que de sustancia. Ambas se fundan en la misma visión del mundo (desacralización), el hombre (antropocentrismo), y la historia (progresismo). Ambas comparten una concepción economicista del hombre y la sociedad. En palabras de Alain de Benoist <<izquierda y derecha hacen hoy sacrificios al mismo dios: el culto a los resultados, a la eficacia y a los beneficios>>. Pero más fundamental aún, ambas confluyen en globalismo como ideología capital. Así una “izquierda” que detesta las fronteras, el nacionalismo y las soberanías le es funcional a la “derecha” de las multinacionales, el multilateralismo subordinante y la injerencia militar. Sus ideologías de la mercancía y el placer en la forma del nomadismo van en completa oposición a la existencia situada, arraigada, a los espacios de poder, convivencia y conflicto de cada pueblo. Más que una oposición izquierda-derecha la dicotomía del nuevo siglo se realiza entre globalistas y patriotas.
Las fronteras entre la izquierda y la derecha se han difuminado en un interregno ideológico que hace poco viable cualquier análisis interpretativo o cualquier sectarismo con base a este esquema. Así Diego Luis Sanromán expone:
<<El elector deja de guiar sus decisiones por criterios de solidaridad socio-profesional, y su situación se asemeja cada vez más a la de un cliente que elige entre los diversos productos políticos que el mercado programático le ofrece: entramos en la era del self-service electoral o de la llamada democracia comercial. Por el lado de los partidos, esa desestructuración del electorado se corresponde con un proceso galopante de desideologización y con una dinámica centrípeta que cada vez hace más difícil distinguir las políticas propuestas por las organizaciones de izquierda y derecha>>. (La nueva derecha, 2008)
Frente a este panorama surge la necesidad categórica de superar el ya nada significante esquema axial derecha-izquierda en un nuevo pensamiento crítico y transversal, esto es que reúna lo mejor de las tradiciones críticas de la izquierda y la derecha al decir de Alain de Benoist en contra del nuevo totalitarismo del pensamiento único. No ya para caer en el ninismo infecundo del centrismo o en nebulosas propuestas de la especulación política, sino para configurar un nuevo polo de disidencia, resistencia y revolución sintetizado en un nacionalismo integral, surgido orgánicamente de las condiciones sociopolíticas, económicas y culturales del devenir histórico colombiano que clama por nuevas alternativas que representen realmente sus necesidades y perspectivas de desarrollo, Colombia exige esta superación. En una aproximación preliminar, retomar de la otrora izquierda su crítica a las condiciones de injusticia contra los trabajadores y los sectores marginados de la sociedad, y de la verdadera derecha su reivindicación por la tradición, la ética del honor y los elementos culturales que conforman el espíritu nacional. Este pensamiento transversal y metapolítico no consiste solo en pliegos programáticos o propuestas de contingencia, sino en el replanteamiento mismo de la política, la economía, la cultura, la sociedad y el hombre. Lo que nos sitúa en un campo más amplio de pensamiento filosófico-político que representará la esencia de la revolución del siglo XXI, una empresa que reunirá a todos los despojados de su tierra que quieran recuperar el honor y el bienestar de sus patrias.
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